Lo del doctor parecía atinado: «si lo vamos a sacar… para qué esperar? Que sea mañana, jueves». Pero lo que nos pasaba por la cabeza no tenía que ver con lo razonable que era el médico, sino con enfrentarnos a algo que había estado ahí pero que todavía no parecía del todo real. Después de 18 años juntos, íbamos a tener un hijo, nomás.

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